miércoles, 23 de julio de 2014

Ese rincón...

Todos lo tenemos, todos hemos pasado por allí muchos días donde (como decimos por aqui) el sol rajaba las piedras, ese pueblo chiquito coqueto y encantador donde preferentemente pasamos el verano con nuestros abuelos. Dentro de nuestra vida percibimos ese sitio con unos ojos diferentes, con una actitud diferente.

Me gusta más cuando lo vivimos de niños. Al menos yo que soy de la generación del 96, me dio tiempo a vivir aquellos días en los que se podía jugar al fútbol en medio de la calle o, con mucha suerte como en mi caso, tienes una zona en donde viven todos los buenos vecinos del pueblo. Esos años en donde cada niño es un amigo tuyo, simplemente o porque le gusta el fútbol, el baloncesto o la misma raza de gatitos. Al ser tan tan tan peque el pueblo, prácticamente era tu república independiente, ya que tus papás, ellos estando en la ciudad, se despreocupaban de ti. Y tus abuelos... mientras llegases vivo a casa y feliz, todo muy bien.

Llegamos a esa adolescencia tan cambiante. En ese pueblo a esa edad suceden muchas cosas. Las fiestas te pueden servir para dos cosas, o para intentar ligar con la chica más buena del pueblo o para quedarte bailando canciones verbeneras con tu abuela (yo aún paso por lo segundo... admito burlas). Pero en caso de que puedas proponerte ligar siempre está esa cosa tan bonita que son los amores de verano que desgraciadamente se está perdiendo. La gracia de esto era que veías a la chica, te gustaba, hacían muchas cosas juntos y al llegar el momento de separarse se funden en un besaco. A partir de ahí si tenías la suerte de verla de nuevo ese amor duraba un poco más. Pero es que ahora con las redes sociales y el wassap (sí, lo he escrito mal, ¿qué pasa?) se puede acercar más o se puede acercar menos con lo que esa magia de los amores de verano está en peligro de extinción. Luego en esas fiestas la condición de república se multiplicaba. Llegabas a las 5 am a la casa y total, no pasa nada, recordabas que tus papás no estaban allí y que no recibías collejas... al menos hasta que regresabas a la ciudad.

De la etapa adulta poco que decir porque, o por vagancia o por trabajo apenas se pasa por ese pueblo, solo para alguna chuleta esporádica y pasar algún día en las fiestas. Pero llega el día en que cumples más de 70 años y tienes ya aflorado ese lado nostálgico. Caminas por ese pueblo que te ha visto crecer y sonreir, te hechas tus baños en la playa a las 9 y media de la mañana, para que se despierte el cuerpo, y paseas en largos atardeceres con tus nietos que pasarán lo mismo que tú. Tu concepto de pueblo de verano se convierte ya en un sitio en donde piensas, con la luz del sol enfrente de tí, como de genial ha sido tu vida.

Creo que no habrá nada que haga perder esa magia a ese rincón tan bonito y tan querido por nosotros. Hoy quiero defender esos pueblitos que, pareceran pequeños en tamaño y en gente, pero que ocupan gran espacio en nuestros corazones. Y ahora si me disculpan me voy hasta el viernes... es que he quedado con unos colegas para hechar una partida de fútbol... en la calle principal. Cuanto hecho de menos ser niño a veces... Chao!!!!

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