jueves, 16 de octubre de 2014

Mirada a la muerte

Ébola... Para los cartógrafos un río afluente del gran Río Congo. Para los médicos una enfermedad sin cura todavía, cuya vacuna es experimental, cuyos síntomas son confusos, fiebre, tos... lo típico, pero provocado por un parásito que "apaga" todos los órganos vitales en un tiempo record. Para quienes lo sufren, es la firma a una sentencia de muerte.

A más de 3500 km de nuestra tranquilidad, a día 12 de Octubre los sentenciados injustamente por este virus son 4000, pocos se han salvado de ese gélido corredor de la muerte, otros aún esperan con pocas esperanzas su hora. Sin hospitales y sin ningún servicio decente. Hasta los propios médicos huyen para no ser sentenciados. Allí sufren, allí lloran como siempre, por causa del expolio de los que nos dan la tranquilidad; pero ahora más que nunca por culpa de un juez que no entiende de vidas, ni de historias, ni siquiera entre ricos y pobres, sólo entiende un verbo: apagar.

Mientras abajo lloran, aquí arriba, muchos andan mosqueados, y otros como yo, líderes indiscutibles del uso de la ironía, intentamos reír, por una gestión que ha sido verdaderamente demencial. 2 sentenciados, 2 curas que trabajaban en los países infectados, no pidieron volver. ¿Y para que los traen, sabiendo que solo 2 de cada 10 condenados se salvan? Simple y llanamente para morir en casa. Hasta los más optimistas sabían de sobra que habían casi nulas posibilidades de supervivencia. Encima en un hospital casi desmantelado, los cuidadores con cursillos de 15 minutos de cómo ponerse un "traje de seguridad" y con unas medidas de protección que comparando eso con cualquier cortina de nuestra casa, la segunda es más segura.

Y el colofón llega cuando el 1er caso de Ébola en Europa se da en Madrid. Una enfermera que atendió a uno de los curas y que no fue al médico hasta pasados 10 días que tenía la enfermedad. Tuvo contactos con su perro, Excálibur, el cual se pensó que también tenía el ébola. Para más deshonra, si se hubiese detectado, la enfermedad no lo sentenció; fue la propia política nefasta de salud, sin pruebas y sin estudios; sin presunción de inocencia.

A día de hoy ese virus que ejerce de juez apocalíptico esta viendo que sus peores presagios están cumpliéndose. Gestiones nefastas por parte del "desgobierno" de España, primeros casos en la primera potencia mundial, pocos protocolos de seguridad en aeropuertos, y sobre todo se cumple algo que tanto políticos como el virus tienen en común; por fuera solo es un resfriado del que no hay que preocuparse, pero por dentro es un caos de proporciones bastante grandes del cual salen damnificados las vidas de los que la padecen, pero no las vidas políticas de los que hacen amago de "gestión".

Mientras ellos siguen, aquí arriba, haciendo un trabajo de contención inútil, abajo el juez Ébola sigue firmando sentencias de muerte...

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